Ejemplo 1
¿Por qué estudiar la
Maestría en Literatura Mexicana?
Vuelvo una y otra vez sobre la
pregunta antes de escribir siquiera una línea. Me recuerda los cuestionamientos
que recibía cuando adolescente y pensaba que todo llegaría rápido y a la medida
de mis expectativa. “¿Letras?” “¿Quieres estudiar Letras?” “¿Qué es eso?” “¡Te
vas a morir de hambre!” Eran las voces de quienes, más prácticos, se veían a
futuro como grandes empresarios trilingües o contadores o abogados o, el más
osado de los casos, actores o cantantes. ¡Y vaya que el panorama no era nada
halagüeño, sobre todo, para los últimos! En fin... tuve tiempo, entonces, para
reflexionar sobre mi apego a la literatura, a aquello que no sólo significaba
leer un libro porque tuviera deseos de hacerlo, sino a encontrar en él
historia, senderos, atmósferas que me parecía inverosímil concebir en la más
palpable de las realidades, aunque pensaba que toda esa fabulación partía de
intuiciones acerca de lo posible (incluso la ciencia-ficción, cuando lo era).
Durante años, tuve la oportunidad de
combinar mi trabajo en la radio universitaria con la organización de talleres
de lectura, teatro y foros de discusión sobre temas de interés para niños y
jóvenes. De ahí surgieron concursos de cuentos, congresos infantiles, nuevos
programas de radio y mi gusto por la docencia en el campo de las Humanidades,
especialmente en el de las Letras. Cierto que idealicé la Carrera. Por fortuna
lo hice. Llegué a contracorriente, luego de mil trastabilleos, a la Facultad de
Letras Españolas y me dediqué a estudiar; a intentar escribir, a buscar en las
obras que caían en mis manos, allende el gusto, formas de explicar por qué
habían anegado la imaginación de tantos; por qué vías la cadena de deudas
literarias continuaba; cuáles eran las claves de uno u otro autor para gestar y
dar a luz el asombre. Al contacto con la disciplina, con la tradición, la
teoría y la crítica literarias descubrí que muchos de los textos antes leídos
albergaban imbricaciones que requerían de nuevos acercamientos y, también,
aunque me costó reconocerlo, que la mayor parte de los textos escritos y
guardados por mí no eran sino esbozos ingenuos de mis lecturas, o inquietudes
por recrear con mil y un matices anécdotas e imágenes vitales, cotidianas. No
obstante, logré algunos ensayos afortunados sobre autores y obras que me
apasionan, sin que por ellos dejara de cuestionarme sobre las afirmaciones y
las palabras vertidas: la tan temida sobre interpretación, qué más.
Hoy me hallo, pues, ante la interrogante:
¿por qué estudiar la Maestría en Literatura Mexicana? Y la primera razón,
quizás la más coherente, es la que no podía expresar de otra manera que
diciendo, llanamente: porque quiero continuar por la misma ruta. Quiero
explorar con nuevos ojos a los autores que hasta hoy han formado parte de un
panorama general, con grandes vacíos en mi conocimiento sobre sus propuestas
narrativas. También porque, más allá del entusiasmo o de la llamada vocación,
hasta este punto me han traído mis lecturas. Lecturas parciales, ciertamente,
que exigen de mi parte mayor interés y rigor teórico. No me refiero, por
supuesto, a la obra de autores canónicos, como Borges o Cortázar; Neruda o
Vallejo; Sábato o García Márquez; Faulkner o Dostoievski o Zola: cierto que la empresa sería titánica
por cado uno de ellos. Hablo de literatura fraguada en este país por plumas
distintas a la de Paz y José Agustín, por mencionar algunos, cuya producción
literaria ha dado pauta para la escritura de nuevos narradores que aún no
atrapan por completo la atención de los críticos e investigadores, aunque su
obra esté dando muestras e abrevar, también, de nuevos caudales. Me interesan,
pues, la crítica y la investigación literarias.
Por el mismo rumbo se encamina mi interés
por la docencia. Hasta hoy, en las aulas universitarias –“frente a grupo”– no
han extrañado esencialmente mi formación en el área de literatura: espero que
alguna vez suceda. Sé que en la Maestría encontraré no sólo herramientas útiles
para el análisis e interpretación de textos, sino la disciplina indispensable
para la investigación literaria. Sé también que el compromiso es enorme, sin
duda, y me emociona. Me emociona pensar en lo que viene, más allá de los
desvelos y de que, como bien me lo decían, en la época de mayor desdén hacia
las Humanidades, la de Letras no es una profesión para hacerse millonario, ni
en adeptos. Sigo pensando, sin embargo, como años atrás, que la literatura da
para vivir; es lo importante. En suma: quiero estudiar la Maestría en
Literatura Mexicana.
Nombre del aspirante
Ejemplo 2
¿Por qué estudiar en
Québec?
“El éxito no es
resultado de la casualidad sino de un esfuerzo constante.”
Gracias a la visión de que mis
padres tuvieron respecto de mi formación escolar es que me inicio desde hace 14
años en el aprendizaje formal del idioma francés, lengua fascinante cuyo
conocimiento me posibilitó, poco a poco, albergar la ilusión de poder acceder,
en un mediano plazo, hacia nuevas experiencias académicas fuera de mi país de
origen. Entre los posibles lugares para desarrollar dichas experiencias
aparecía Québec, pero no fue sino hasta mi ingreso a la Universidad Veracruzana
cuando vislumbro un sólido proyecto para hacer realidad esa idea, a través de
los programas de movilidad estudiantil que maneja la Escuela para Estudiantes
Extranjeros. Enterarme de ello ha acrecentado mi esperanza por poner en
práctica lo aprendido de la lengua francesa, pero relacionarlo, a la vez, de
manera directa con mi formación universitaria, en el área de conocimiento de la
Informática.
Pero... porqué Québec? Pues es
muy simple: día con día me levanto con la inquebrantable convicción
de esforzarme por superar lo hecho el día anterior fijándome metas cada
vez más altas y, a mi parecer, Québec es un estupenda oportunidad de superación
que me ayudará a aumentar las posibilidades de desarrollo en el ámbito
profesional y abrirme paso en el difícil mundo del mercado laboral, dado el valor y peso curricular que
representa el complementar mi formación en una universidad del extranjero.
Otro aspecto importante,
inmediato al académico, tiene que ver con
la riqueza y diversidad de la cultura canadiense: la aventura de
conocer sus diversas costumbres y
tradiciones, así como su historia e identidad, es de suma relevancia, lo cual
contribuirá de manera significativa a adquirir una vasta formación y a ampliar
mi visión de mundo: ver a mi país y a mi Universidad desde una perspectiva
totalmente distinta, lo que sin lugar a dudas cambiará mi vida personal y
académica de manera provechosa.
Estos tres aspectos, conocimiento
del idioma, inserción en un programa académico continuo y compatible con mi
formación en Informática y apertura cultural, son los que en conjunto forman mi
gran sueño; sueño que considero puedo hacer realidad pues siempre he tomado los
estudios con una actitud de responsabilidad, dedicación y constancia. Asimismo,
considero que el hombre está hecho de sueños e ilusiones, y que a grandes
hombres grandes sueños.
Nombre del aspirante
Ejemplo 3
Cerrar un círculo
De manera inevitable, uno no
puede dejar de volver la vista y ver su trayectoria de vida. En ella van
apareciendo, uno a uno, los logros obtenidos en los ámbitos personal, social,
profesional. Un cúmulo de recuerdos y sensaciones transformados en familia, amigos
y cientos de hojas que hablan sobre un quehacer cotidiano producto del
ejercicio docente. Sin embargo, también surgen los vacíos, aquellos proyectos
postergados que parecen olvidarse pero que de manera silenciosa van dejando en
nosotros cierta insatisfacción. Sí, desde hace ya varios años he tenido el
propósito de continuar realizando estudios de posgrado pero, irónicamente,
otros proyectos académicos me lo han impedido.
Mi trayectoria docente la inicio desde que
estudio el último semestre de la carrera de Letras Españolas, cuando me dan la
oportunidad de impartir un curso de gramática en la Escuela para estudiantes
extranjeros. Más tarde, al egresar, me desempeño como maestra por horas – año y medio–, y por
circunstancias de la vida me dan un contrato de técnico académico en Radio
Universidad Veracruzana. Allí permanezco casi tres años elaborando guiones para
diversos programas. Luego paso a formar parte del equipo de correctores de la
Editorial, en donde trabajo por dieciséis años. En este lapso imparto cursos de
redacción en algunas escuelas particulares y en dependencias de gobierno,
actividad que intento mantener, pues la docencia siempre ha representado para
mí un grato ejercicio.
Combinando tareas de corrección,
docencia y gestión escolar continúo mi formación profesional –especialidad, un
curso en el extranjero y maestría– y al cabo de veinticuatro años logro ganar
una contratación de tiempo completo en la Facultad de Ciencias Administrativas
y Sociales (FCAS). No obstante, estos cambios de adscripción van haciendo que
mi anhelo por estudiar un doctorado se vaya dejando para otro momento. Esto me
sucede, específicamente, cuando paso de correctora en la Editorial a asistente
de la Maestría en Literatura Mexicana en el Instituto de Investigaciones
Lingüístico-Literarias UV (1999), pues a mi llegada a esta institución me
encuentro con que el posgrado ha dejado de pertenecer al Padrón de excelencia
del Conacyt. Ante esto, el coordinador, maestro Mario Muñoz y yo hacemos el
compromiso de trabajar arduamente para lograr la reincorporación de la maestría
a dicho padrón. En 2002, con un equipo bien consolidado se cumple la meta, pero
ello coincide con mi cambio de adscripción a FCAS (2002). Un nuevo cambio
significa que deberé desempeñarme dos años para cubrir los requisitos de las
plazas Promep.
Sin cejar en mi intento por estudiar
un posgrado, en 2005 me inscribo en un doctorado de Comunicación, pero no se
abre por falta de aspirantes. De vuelta la decepción. Sé que debo hacer algo,
informarme, consultar opciones, analizar posibilidades, pues el tiempo vuela.
Sí, con todo lo que ello implica.
Ahora me entero de la apertura de este
doctorado en Educación con énfasis en mediación pedagógica que nuestra
universidad y la Universidad La Salle de San José Costa Rica están llevando a
cabo: vislumbro la gran oportunidad.
Pero, por qué mi interés de cursar
un doctorado en educación. Creo que puedo, al menos, mencionar cinco razones:
La primera es de carácter muy
personal: por satisfacer un anhelo de superación. Es un deseo de demostrarme a
mí misma que aún puedo lograr esa meta, que tengo la capacidad física e
intelectual de consolidar ese quehacer académico.
La segunda aúna el poder satisfacer
una necesidad de conocimiento, pero sobre todo la sensación de no saber nada y
saberlo todo, es decir, poder constatar que todo lo aprendido por experiencia
tiene un trasfondo teórico que aún desconozco, que la construcción del
conocimiento sigue y yo estoy ajena a ella. Siento que necesito actualizarme de
manera organizada y metódica para regresar al punto de encuentro con la
sencillez de la práctica docente. Sencillez aparente que ha permitido y sigue
permitiendo la exploración a fondo de un espacio áulico: alumno, maestro,
saberes, estrategias, instrumentos, métodos, prácticas, evaluación, autoridad,
dirección, sensibilidad, disposición, entrega, compromiso, obligación, calidad,
rigor intelectual, eficiencia, interés, planificación, convivencia.
La tercera deriva de un compromiso
hacia mi casa de estudios. Considero que la formación docente debe revertirse
en ella. La Universidad Veracruzana requiere de docentes que impartan educación
de calidad. En el discurso universitario se alude a la excelencia, a un nivel óptimo que garantice
la adecuada formación de profesionistas; sin embargo, en mi quehacer diario
constato otra realidad. Mi desempeño como jefa de departamento me ha permitido
estar en contacto con una práctica docente tradicional, rutinaria, con la
convivencia con maestros cuyo proyecto académico sigue siendo individual y poco
colaborativo. Considero que el acceder a nuevos enfoques interdisciplinarios
deviene de una exigencia personal e institucional, pero primero es necesario
entender qué es un maestro y una profesión docente de calidad para promover un
cambio de actitud en él, e ir dando pie a una nueva cultura respecto de su
quehacer.
La cuarta está muy ligada a la
anterior, pero en un ámbito más amplio, y refiere al compromiso social que
tiene la institución universitaria con la sociedad. Es necesario generar otro
tipo de docentes, reestructurar la formación del profesorado y su práctica en
el aula; hacerlos sensibles a la transformación de un todo. Generar una cultura
de compromiso con el aprendizaje del alumno. Esto sólo puede lograrse con un
estudio permanente y sistemático que incluya conocimientos, valores y
desarrollo de competencias específicas.
La última, porque considero que mi
trayectoria académica ha ido consolidándose de manera gradual y constante. En
todo momento he respondido con seriedad y compromiso a los proyectos académicos
que he elegido. Este doctorado cerraría un círculo que empecé hace muchos años
y que resumiría mi disposición hacia la búsqueda constante de conocimientos.
Reflexionar sobre nuestro hacer nos
conduce a detenernos, a analizar lo complejo de la identidad del docente, y esa
acción nos permite asumir la práctica con otra postura, tal vez en ello se
vislumbre el cambio hacia una mejor educación, tal vez en ello radique el
poderla trasmitir con certeza, seguridad, calidez y calidad.
Nombre del aspirante
No hay comentarios:
Publicar un comentario